Los "Sin Sombra"
Así
se conocen realmente. No son ni “marcianos”, ni “extraterrestres” ni “seres
inter-espaciales”; son los “Sin Sombra”, o los S.S. para aquellos que quieran
ahorrar saliva. No se sabe si vienen de algún planeta en específico, o de alguna
galaxia a la que pertenezcan, siempre tuve entendido que son algo así como nómadas
aventureros, que gustan de capturar nueva información de cada mundo al que van,
en son de paz, claro.
Mi
abuelo decía que son idénticos a nosotros, aunque en algunas ocasiones más
presentables. Él dijo haber convivido con muchos, fue de su boca que sé todo
acerca de los S.S. Me contó – en uno de esos días en los que estaba de buenas
para platicar–, que los Sin Sombra se afiliaban al ejército “humano” para
aprender de la guerra, como simples espectadores (mi abue comando una tropa en
el 46) y que a su vez, los militares gozaban de las altas tecnologías que les
traían de afuera los S.S. Así que en un principio, el contacto con los seres
extranjeros era meramente militar, pero se dice que les gusto tanto la Tierra
que a veces vienen de turistas, a mirar una que otra maravilla mundial que no
haya dedicado tanto.
Admito
que la primera vez que mi abuelo me habló de ellos casi ni le creí; mugre viejo
decrepito, se estaría volviendo loco en el asilo, pensaba yo con ganas de no
volver a verlo. Pero eran tan convincentes sus historias y tan novedosos sus
cuentos, que terminé creyéndole más a él de lo que cualquier revista de OVNIS
pudiera aludir sobre los hombrecillos verdes. Por lo que luego de algunas
cortas anécdotas, siempre iba sin faltar un solo día a visitar al abuelo, para
que siguiera hablándome sobre los misteriosos S.S.
– ¿Y por qué les dicen los “Sin Sombra”?
–le pregunté curioso en una de nuestras sesiones.
Él
simplemente se acomodó en su silla y con toda la voz de la experiencia y el conocimiento,
comenzó a explicar que ese apodo lo tenían ya que en sus tierras natales
carecían de ese cuerpo oscuro que los siguiera a todos lados pues en los
lejanos lugares de espacio no hay un Sol que ilumine algunas facciones y haga
oscurecer a otras. Y al ser así, cuando vienen a nuestro planeta, caminan y se
mueven sin una sombra que los acompañe, pues nunca tuvieron una.
–
Eso es lo que los hace diferentes a nosotros, hijo –me dijo al final–. Eso y
que chasquean mucho la lengua –miró al techo como recordando algo, a la vez que
hacía ese sonido con la boca.
Dos
años después de que me empezara a hablar sobre los S.S. el abuelo murió. Creo
que el haberse ido tan pronto y el que yo creciera sin volver escuchar nunca
más sobre esos cuentos chinos, me hizo dejar de creerlos. Claro que ahora, a
los 17 años, esas cosas son niñerías y absurdas tonterías. Pero bueno, al menos
eso me hace tener buenos recuerdos del abuelo, aunque sean muy bizarros…
Esta
mañana volví a ver a Marccy Anna, una chica que conocí en una reunión escolar,
que viene de un país extranjero y con la que llevo saliendo un mes. Creo que
pronto podríamos pasar a algo interesante. Hoy después de llevarla a comer y llevarla de regreso a casa, se detuvo frente a la puerta de entrada y me dio un
beso que me mandó directo al espacio sideral.
-Te
veo mañana- susurró con su tono y acento de un Español apenas aprendido, y acto
seguido tronó la lengua de forma graciosa, costumbre quizá de su nación, aunque
muy seguida en ella pues tenía la manía de hacer ese ruidillo a cada instante.
Lo cual me puso a pensar…
Era
la primera vez que me ponía a analizar ese determinante detalle, que me hizo recordar
a mi abuelo, a sus historias y a el hecho de que a pesar de tener al sol en
nuestras cabezas, ninguna mancha oscura cubría el suelo del lado de mi ahora,
novia oficial.
Miré
con atención…. ¿dónde había quedado su sombra? Estuve a punto de decirle algo
pero ella ya se había adentrado en la oscuridad de su casa cerrando de portazo
y obviamente, dejándome intrigado.
Elizabeth Rivera Hernández
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