lunes, 23 de abril de 2012

Cuento: No olvides darme un poco.


No olvides darme un poco.

Sentarse en cualquier banca de cualquier lugar, cerrar los ojos para ver la oscuridad del pensamiento, sentir la sinfonía maldita del aire, respirar profundo, lanzar un suspiro frustrado, mirar el cielo azulado, los árboles, los edificios, hacer todo esto mientras escuchas los colores del trova, descansar con la cabeza hacia atrás, pensar con los ojos cerrados. Todo a su tiempo, todo en su medida, todo está bien.

    Sentir la melancolía rozando de manera suave los hombros desnudos de un cuerpo mutilado. Poner una pierna sobre la otra, recordado la elegancia de un ser bien educado. Meditar internamente hasta que la mente deja de percibir el mundo, ahora solo puedes percibirte a ti sentada en una insignificante banca de un lugar turístico, sentada ahí con un posible desconocido, a quien miras, recuerdas y sigue siendo el mismo, lo compruebas al verlo leer el diario del día como antiguamente lo hacía. Justamente a las 11:35 de la mañana no estás sola, no estás sola, estas con alguien a quién no le puedes mentir, ni engañar. No hay necesidad de utilizar una máscara para aparentar.
    Sigues con los divagues mentales, te pierdes, estas lejos, demasiado lejos de este mundo patético que te rodea, el estado al que has entrado no tiene colores, tampoco tiene sombras, las luces no existen. Tienes frío, sueño, cansancio, dolor de estomago, ascos, todo esto te impide levantarte y continuar tu camino. No importa, ya no interesa si no continuas porque justo en ese momento eres un ser pleno, eres tú misma sin apariencias ni tapujos. Después de tanto tiempo vuelves a sonreír con el alma, miras con el corazón, piensas con la cabeza y sientes con la vida. Hoy vuelves a ser tú, aunque estas a sabiendas de que solo será por un breve momento, volverás a ponerte el antifaz.
    El joven que tienes a un lado mira su reloj, ese acto logra espantarte de sobremanera, no quieres que se vaya, no quieres quedarte sola en un día en el que despiertas con ganas de ser amada, él no puede irse sin que tú le pidas un abrazo, necesitas un abrazo que te calme y te proteja. Él dobla el periódico, te mira, y con esa mirada de vino tinto te dice todo lo que necesitas escuchar: entre sus palabras silenciosas hay silencios prolongados, entre palabras calladas hay reclamos bloqueados por un cristal silenciador, entre gritos sin voz hay cientos de halagos y regaños.
   Parece increíble que el aire sople con fuerza estas alturas del año, hace bastante tiempo que no lograbas tener un contacto interno e intenso con la naturaleza. Maravilloso es que nuevamente las hojas, las ramas de los árboles dancen diciéndote que todo va a estar bien, que tú puedes salir adelante, que no estás sola porque aun tienes esa sensibilidad tan tuya que permite que seas una mujer única, una mujer que vale por el simple hecho de que no se deja caer. Lo comprendes todo va a estar bien si eres fuerte, si eres tú misma sin máscaras ni antifaces. Él se ha ido, te ha dejado sola, otra vez, te sientes asustada cuando sientes una mirada sobre tu cabeza, ahí está el hombre que te seguía desde que saliste de casa, ese que te encuentras en todas partes, es de tez blanca, trae lentes oscuros, cojea, ¿quién es?, no lo sabes, solo comprendes que debes irte, no debes andar sola por rumbos que no conoces. No debes andar sola cuando hay miles de personas que darían la vida para protegerte.
   Caes, el tobillo comienza a dolerte, se ha hinchado, tiene una pequeña marca morada, el dedo pequeño tiene una ampolla, duele, arde, lastima, pero tienes que llegar a tu supuesta casa donde no te espera nada. Cada paso una punzada latente que va desde la cabeza hasta la punta de los pies, ¿qué le pasa a tu organismo? Miras el bailar de unas flores sencillas, los dolores se agudizan. No deberías sobre esforzarte porque el cuerpo te esta avisando que estas llegando a los límites marcados desde un principio. Esperas, duermes, sueñas, cantas números de desesperación, las cosas no marchan bien, pero eres una persona capaz de salir adelante, cumplir sus sueños, llegar a la meta y hacer reales los objetivos. Puedes hacer todo eso a pesar de que hoy nadie te dijo “te amo, mi amor”.

Martha Dueñas García (Mayii)

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